martes, 1 de diciembre de 2009

Anestesia

Siempre pensé que cuando me aplicaran anestesia general para intervenirme quirúrgicamente, el equipo médico se sorprendería al ver que la anestesia no surtía efecto; que intentarían por todos los medios conseguir que me durmiera y, al ver frustrado cualquier intento de éxito, optarían por meterme un algodonzote  en la boca gritándome: - ¡muerde con todas tus fuerzas! Que al hacerlo, vería el algodón teñirse de rojo como una sanguijuela blanca que succionara fuertemente mis encías. Que –a grandes males, grandes remedios- me operarían en mis 5 sentidos como quien descuartiza un pescado en el quirófano de la nieve. Pero cuando al fin el tan anhelado día llegó, me dijeron: “¡abre la boca grande…respira muy hondo…cuenta despacio hasta 3 y piensa…en un paisaje…en un recuerdo!”  Y me quedé dormido.

Cuando desperté, comprendí que había imaginado mal las cosas. No eran los doctores los que, nerviosos, debían sudar al ver que  no podían  anestesiarme, sino la propia muerte la que, al ver que sigo con vida, no hace más que extrañarse del porqué su anestesia no surtió el letal efecto. Muerte, me susurraste desde lejos, pero yo no te hice ni caso.

 o. pirot

Pd. (ver la entrada titulada "El peor no-lugar", ubicación en esta misma etiqueta: Le pire non-lieu)

El peor no-lugar

Hace ya bastantes años que el antropólogo francés Marc Augé, acuñó el término “no-lugar” (non-lieu), para referirse a los “espacios intercambiables donde el ser humano es anónimo, como los medios de transporte, las grandes cadenas hoteleras, los supermercados, los campos de refugiados”. Para M. Augé, el hombre no vive ni se apropia de estos espacios sino que más bien fluye y mantiene una relación de consumo.  A mi forma de ver, desde un punto de vista más literario y menos antropológico y basándome en este original aporte del autor francés, considero que el verdadero no-lugar por excelencia son los hospitales. Ahí el hombre no busca ni vivir ni apropiarse del espacio, y más allá de mantener una relación de consumo, mantiene una relación de supervivencia, de plantarle cara al miedo. A lo largo de mi vida, como le ocurre al resto de la gente, he tenido que aprender a soportar estos espacios, ya sea por experiencias propias o ajenas, y siempre me ha sorprendido, y sobre todo conmovido, el combate que el hombre mantiene con la muerte y la fraternidad que los demás demuestran ante dicho combate. Así que, en esta etiqueta del blog titulada Le pire non-lieu, comparto experiencias, reflexiones, trozos literarios, inspirados en el que creo que es el peor no- lugar de los posibles no-lugares del universo: un hospital.

  o.pirot