lunes, 27 de diciembre de 2010

Bocetos de un poema por escribir

El huésped en mí


*
Es ya casi la hora. Aguardo
impaciente en mi morada.
Temo no reconocerte.
Sabré de tu llegada por mi ausencia.

*
Suenan las doce. Llamas
a la puerta. Abro.
No veo a nadie.
Entras desde mí.

*
Ignoro cómo logras llegar a todas partes
sin desviarte del camino.

*
No tengo urgencia porque los días
pasen rápido. Tampoco porque el paso
de las horas se haga más lento. Todo
lo llenas con tu presencia. Contigo
el tiempo no me estorba.

*
He preparado cordero y escanciado
un poco de vino. No te sorprende
que en la cena haya restos
de tu propia muerte.

*
Hálito vacío. Colmas
mi corazón desdichado.

*
Sin venir has visitado mi hogar. Sólo
tú posees el don
de emprender el viaje
sin haber partido.


o. pirot

(24-25 de diciembre 2010, Madrid).



domingo, 19 de diciembre de 2010

La momificación del estigma


Óscar Pirot y Rebeca Álvarez
Fotografía: Federico Galán

"La momificación del estigma"
(Sobre el libro “Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida” de Rebeca Álvarez Casal)

Si atendemos a la concepción de Aristóteles de que todas las cosas son meras potencias que aspiran al acto de la perfección, el caso de la herida resulta peculiar, ya que su perfección radica, paradójicamente, en una imperfección: la cicatriz. La esperanza de la herida no se afinca en la certeza de su desvanecimiento sino en la posibilidad de su coagulación, en una marca que la piel reconocerá como un recuerdo tiznado de sangre. Más allá de esta frontera, existe otro terreno en el que la herida transgrede su condición orgánica para instalarse en un halo incorpóreo en donde se multiplica y adquiere proporciones incalculables. Este terreno, horizonte blanquecino en donde pululan nuestros fantasmas, es donde la cicatriz se nos presenta tan ajena como imposible.
Marcada por una fuerte condición existencial, que la acerca con destellos al lirismo filosófico de Cioran, e inscrita en la visión de aquellos quienes han concebido al hombre no como una criatura única y autosuficiente, sino como un fragmento marcado en busca de su unidad primigenia, la poesía de Rebeca Álvarez ausculta, con desgarro y frenesí, las llagas de una memoria tasajeada por la pérdida y el dolor, por la intemperie y el enclaustramiento. Traza una grieta en donde florece la decrepitación de lo vedado, el tumor oculto de una realidad en calma. Su poesía encalla no sólo en la vulnerabilidad del cuerpo sino en el cuestionamiento de la palabra como vehículo de salvación. Poesía de la reflexión y del desquicio.
Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida está compuesto por dos secciones, La noche de perfil y Antes del aire, dos títulos que Cernuda hubiera aceptado como propios.
En La noche de perfil se conjuga una muestra de temeridad y sopor que nos remite a escenas de aislamiento y escarnio, de monstruosidad y ocultamiento, eso que Rebeca define acertadamente como “una serie de reflexiones esbozadas sobre lo siniestro”. El primer poema, Cuervo, se nos presenta como la escena inaugural de un ritual de iniciación; es el preámbulo que anuncia el desbordamiento de una estela simbólica inmersa en la quietud de una niña que duerme tumbada al sol sin percatarse del inquietante conjuro que la rodea. La cadencia de imágenes se suceden a manera de postal cinematográfica, en donde los elementos naturales forman una atmósfera de estremecimiento: “Hay un resto de noche de perfil/ despeinando muñecas/ cerca del mediodía./ Y de pronto abanica/ el aire que lo encierra/ y callan las chicharras un instante.” Este rescoldo nocturno encerrado en la figura del cuervo, ese resto de noche de perfil que desciende, no es una revelación sino el anuncio de un presagio escondido en un beso invisible, negado, que retarda el despertar de la niña: “tal vez (si le dejara) besaría sus ojos./ Pero la niña duerme,/ de momento el cuervo no es más que un pájaro”. Estos versos finales clausuran el estado de incubación de un símbolo: el del pájaro aguardando su metamorfosis en mensajero funesto, que amenaza con despertar a la criatura marcándola con el estigma de la inocencia robada.
Desde este primer poema se intuye el advenimiento de una herida que se prolongará a lo largo del libro, camuflándose en diversas formas: en un tigre, en la separación de unos siameses, en una princesa con sed de venganza, en un sepulturero, en un niña violada. Este juego de apariciones y desapariciones llevado acabo por la herida, se encarna en un reparto de personajes reales o ficticios, en los que el yo poético se desdobla en diversas perspectivas.
Los espacios que nos convida La noche de perfil se presentan como locaciones cotidianas que encierran una maleza de abandono y crueldad. La casa y el jardín, nos muestran el testimonio de una existencia desolada en la que el hombre ha dejado de ser, como si se hubiera despoblado de sí mismo, dejando los escombros de una vida malograda. En el poema, La casa tuerta, asistimos a un lugar desolado en donde sólo entran gatos, ratas y perros callejeros. La casa ha dejado de ser una cueva fecunda para convertirse en un sepulcro estéril infestado de intrusos rapaces, al que sólo los gatos finalmente tienen acceso: “Sólo ellos se acercan a la casa sin ojos;/ felices, hambrientos, ignorantes, cada vez/ más gordos”.
En su Poética del espacio, Gaston Bachelard dice que “La casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre”, esta apreciación se desmitifica en el poema y la casa reluce sin pensamientos, ni recuerdos, ni mucho menos los sueños de nadie. Una casa en la que se deposita la imagen simbólica de un útero lleno de escoria. En esta suerte de inanición, la herida resplandece en su total ausencia, sellando las ruinas de lo que antiguamente quizá fue un hogar.
La idea del aislamiento se bifurca instalándose también en el lenguaje. El poema, El acto de escuchar, es una aguda reflexión sobre el tránsito de un grito que perfora los ladrillos de una pared y deja su cadáver sonoro en el oído de quien lo escucha: “A veces parece/ que el grito sólo existe en el oído/ y que nada lo produce más allá de la oreja y las manchas de humedad.” El cuestionamiento de la palabra como portadora del ser se encierra en una paradoja: el lenguaje no da vida, pero es vida. Ecos que retumban en las paredes interiores, palpitación de un sonido huérfano que dice sin que tengamos la certeza de que alguien en realidad lo ha dicho. Una bala fría que quema el recuerdo.
El poema que clausura La noche de perfil es una recreación subjetiva, escalofriante y logradísima de una nota de prensa: la noticia sobre el caso del monstruo de Amstetten, el padre que secuestró y violó a su propia hija durante más de 20 años. Este poema trae a la memoria lo que los franceses llaman faits-divers (los sucesos) y del que varios autores, como el gran maestro del humor negro Félix Fénéon o el propio Le Clézio, se han nutrido para hacer recreaciones literarias a partir de notas de prensa. El detalle particular de este poema es que está escrito bajo la perspectiva misma de la víctima. Un desprendimiento valiente, una personificación inusual cargada de un patetismo psicológico que nos muestra uno de los rasgos más nobles y determinantes de la poesía: la empatía por el otro. La herida en estos momentos se ha hecho insalvable.
Un estado de penumbra y fantasía puebla los poemas de esta sección. La insaciabilidad mortuoria de una princesa o la pesadilla de un sepulturero, empañan la lucidez y nos sumergen en una suerte de duermevela, en donde la realidad cede terreno a lo onírico.

La segunda sección del libro titulada Antes del aire, es la gestación de un duelo íntimo, el lacerante registro de una biografía amputada, la búsqueda de una ausencia doblemente ausente, el crepúsculo de la paternidad, el enfrentamiento no con la muerte, sino con el muerto.
Antes del aire está cohesionada por un Prólogo y un Epílogo. En el Prólogo, se nos devela una clave esencial para el desciframiento de la herida, esta calve es la del determinismo existencial: “Pero las almas que han sido torturadas parten de más lejos,/ su verdad se bifurca en el inicio;/ antes de la placenta, antes del mundo”. Estos versos nos revelan que la herida precede a la existencia, es una marca inherente al ser, o más aún, es el ser mismo. Lo que hemos concebido como herida ahora se nos presenta como algo más que una llaga, es ante todo un estigma. El juego de apariciones y desapariciones al que nos habíamos referido en La noche de perfil, antecedían este fulminante presagio. El estigma es la herida más allá de la herida, por eso la cicatriz es imposible, por eso el título mismo del libro no asegura, supone.
En Antes del aire no hay personajes superpuestos, es el poeta quien soporta el escozor de un tatuaje indeleble. Por eso recurre al enclaustramiento, a la embriaguez, al estallido de la conciencia. La figura de la oruga es el templo diminuto en donde el cuerpo se refugia y languidece: “Días de encierro en su alcoba, / clavándose al colchón, reblandecida y cada vez/ más blancuzca.”
En el poema, El alumbramiento de la mujer fatal, asistimos a la mutación de un dolor contenido. Una bestia recorre los adentros, “ese ser vivo poco hecho va a nacer y entonces todo será irremediable”. La niña que dormía en el poema Cuervo pareciera ser la antítesis de esta mujer fatal en potencia que “arrancará los labios con la cinta que los sella, / arrasando los resquicios de presencias/ del espacio en que la oruga se sepulta”. El cuervo ha besado los ojos de la inocencia dormida, el presagio de La noche de perfil se vuelve día, claridad hiriente, sangre luminosa.
El poema, El depredador y la noria, es un vertiginoso testimonio que sella el tormento interior del poeta frente a la figura de su padre. La incandescencia y el reclamo se apoderan de un lirismo frenético que refleja el dolor de una lejanía, de un abismo que dilapidó la fractura. Fractura que se hace evidente en el poema La neurótica mariposa sin alas: “Perderlo fue, siempre,/ la única manera de haberlo tenido”.
“Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida” está hilvanado con reminiscencias de la muerte, la soledad, la violencia, la memoria. Pero el gran tema del libro es, a mi gusto, el de la escisión. En cada poema acudimos a una fractura, a un desmembramiento, a una frontera insalvable, a esa parte arrancada de la vida que nos asfixia, que nos hace sentir de algún modo incompletos, heridos. El poema que con más evidencia recoge esta idea central es el de Suponiendo la ausencia, que aquí reproduzco:


Suponiendo la ausencia

Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí procrean sin descanso
Antonio Gamoneda

Las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí procrean sin descanso,
se dirigen hacia el lugar en que tu piel
fue arrancada de la superficie de mi cuerpo.

Siameses hilvanados por el abdomen,
o tal vez por la frente;
o por los labios. Las palabras
sólo pueden ser pronunciadas dentro del otro.

Distancia habitada por insectos sin luz, frías carcasas.
Devoran, aniquilan lo que a su paso encuentran.
Suponiendo en nosotros
la existencia de algo tan vivo que pueda morir.
Afluentes de hormigas,
entramado de venas horadando la cara oculta de la tierra.

Palpita,

cálida,

fluye,

se desborda de ti.

Bocas diminutas muerden gangrenando el adiós,
impidiendo al tiempo su función analgésica.
Suponiendo la existencia del tiempo para lamer las llagas.

Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida.
Y suponiendo que la ausencia coagule rodeada de insectos.


En el poema resplandece la imagen de un siamés escindido. ¿Es la imagen simbólica de una separación existencial, divina o amorosa? En cualquier caso, nos remite a la pérdida de una naturaleza primigenia, a un adiós, a una ausencia, a una piel arrancada de la superficie de otro cuerpo. El verso “Las palabras/ sólo pueden ser pronunciadas dentro del otro”, nos devela la simbiosis de dos seres, la complicidad de dos cuerpos, uno de los cuales soporta el tránsito de las palabras y del tiempo, mientras que el otro yace en la cara oculta de la tierra. Ambas partes se quedan incompletas, y no por ello vacías. Cómo no recordar el famoso “Ni vos sin mí, ni yo sin vos” de Tristán e Isolda.

El tema de la escisión es el tema de la pérdida de la dualidad, el de la separación de un ser que anteriormente estuvo unido a nosotros y sin el cual no somos más que una amputación. Esta separación no necesariamente tiene que ser carnal, puede muy bien instalarse en el terreno espiritual y amoroso. Es un tema que la literatura occidental encuentra su génesis en la teoría de Aristófanes recogida en El banquete de Platón. Somos criaturas incompletas, seres escindidos de nuestra unidad primigenia. Aunque algunos autores románticos vieron en la figura de Cristo al primer huérfano, la orfandad es distinta de la escisión; ambas, sin embargo, se parecen en que ostentan un aislamiento. Pero mientras que la orfandad es un aislamiento de dos unidades, la escisión es el aislamiento de una misma unidad. Este hallazgo es el que Rebeca ausculta con un caudal poético vigoroso y abrasador. Cada poema es un bálsamo, un ensayo de momificación que intenta fungir como amalgama ante el desmembramiento del ser. El poeta no se siente huérfano, sino incompleto, es por eso que se lanza en busca de esa complementariedad que le fue arrebatada, oficiando el terrible ejercicio del desenmascaramiento de la realidad para dar por fin con ese trozo que le permita restablecerse como criatura dual: “¿Altar o sacrificio?”.
En el lúcido y revelador prólogo de Julieta Valero, leemos: “Escritura generosa sobre la condición estructuralmente lastrada de quienes has sufrido sobremanera, antes y más allá de la ración que nos está reservada naturalmente, y escritura necesaria para enfocarnos sobre esa alienación circular que forma parte de la vida de cualquiera”. Esta aguda reflexión sobre el dolor, tiene un cierto parecido con una reflexión de Cioran: “A pesar de que deseen restablecerse, quienes sufren larga e intensamente se sienten siempre obligados a considerar como una pérdida su probable curación”.
Teniendo en cuenta ambas reflexiones y habiendo hecho un breve recorrido por algunos de los puntos álgidos que palpitan en el libro, nos queda tan sólo suponer que la herida encontrará su apaciguamiento en la momificación de su estigma, en hallar esa parte restante -¿el amor, la infancia, la reconciliación, la inocencia, el perdón…?- para restablecer su originalidad. En la mayoría de estos poemas se advierte esa intención. Cada página es una herida ávida de glóbulos y letras, una llaga embalsamada pero fresca e infestada de dolor.

"Tal vez (si le dejara) besaría sus ojos." Tal vez la poesía es también un estigma.

o. pirot

*Nota: Texto leído el jueves 2 de diciembre con motivo de la presentación de Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida. Casa del libro, Gran vía, Madrid, 2010.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Recitando la serie "Disolvencia"


Óscar Pirot en BOCA DE RIESGO - sesiones de Poesía en el Café Teatro de la Sala Triángulo (Madird, 8 de noviembre, 2010)

Fotografía de Charles Olsen

sábado, 6 de noviembre de 2010

RECITAL EN LA SALA TRIÁNGULO


Este lunes 8 de noviembre
a las 21 horas
en la Sala Triángulo (Café Teatro), Calle Zurita 20, (Lavapiés)
" I BOCA DE RIESGO"

Participan:

Daniel Fragoso
Óscar Pirot
Sayak Valencia

domingo, 31 de octubre de 2010

Temilotzin de Tlatelolco: la orilla inalcanzable

Hace unos cuantos meses participé en un recital que tenía como objetivo rendir un sentido y respetuoso homenaje a poetas que se quitaron la vida. Diversas eran las procedencias de los que participamos en aquella lectura: Chile, Perú, México, España y Francia. El recital consistía en esbozar las circunstancias en las que se llevó a cabo el suicidio del poeta en cuestión y, a continuación, en una breve lectura de lo más representativo de su obra. En un principio, pensé en homenajear a algún poeta mexicano, concretamente a Manuel Acuña o a Jorge Cuesta, pero quise, de algún modo, desprenderme de lo que me era familiar –por obvias razones de nacionalidad- y me incliné finalmente por el colombiano José Asunción Silva, poeta al que siento especial simpatía, no sólo por la trémula vitalidad de sus poemas y el refinamiento hipnótico de sus imágenes, sino por la lamentable pérdida de gran parte de su obra que, literalmente, se disolvió en las aguas del mar debido al naufragio del barco que la transportaba. Casi un doble suicidio: el de sus propios versos y el de sí mismo. Dos decesos de una misma vida, dos sombras luminosas de un cuerpo ausente.
Sin embargo, previo a indagar en su vida, no quería abandonar la idea de hacer al menos una breve mención a algún otro poeta, en este caso mexicano, que hubiera desmaquillado su vida con la terrible decisión de maquillarse con la muerte. Y entonces recordé, apenas con cierta nitidez, un párrafo del impresionante y vigoroso libro de Miguel León-Portilla, Quince poetas del mundo náhuatl, en el que se hacía alusión a un posible suicidio de un poeta azteca de comienzos del siglo XVI. Así que tomé el libro y comencé a revisarlo, dando finalmente con aquel párrafo. Se trataba del poeta Temilotzin de Tlatelolco.

El esbozo que hace Miguel León-Portilla sobre la vida de este poeta es por de más revelador y contundente. A grandes rasgos, Temilotzin, además de poeta, fue un amigo incondicional de Cuauhtémoc, el último emperador azteca. Ambos amigos, sufrieron el declive y el asedio de Tenochtitlan por parte de los conquistadores, embarcándose en terribles enfrentamientos para intentar frenar el saqueo y la inminente conquista de la ciudad. Tras 80 días de sitio, viendo que ya todo estaba perdido, optaron no por la huida, sino por la entrega. De esta forma, Cuauhtémoc fue capturado y llevado a donde se encontraba Cortés, Pedro de Alvarado y Malintzin (La malinche). En 1525, Cortés hizo ahorcar a Cuauhtémoc; Temilotzin, junto con otro guerrero, fue testigo de su muerte. El amigo con quien había compartido casi toda su vida ahora se había marchado a la región de los muertos. Por esta razón, a Temilotzin ya no le importaba seguir sobre la tierra. Tiempo más tarde, fue capturado junto a otro de sus amigos, Ecatzin, y sometido a un hostil interrogatorio. El interrogatorio tuvo lugar en una embarcación en mar abierto. La Malinche (Malintzin) fue quien sirvió de intérprete entre los prisioneros y Cortés. En los Anales de Tlatelolco, documento que León-Portilla utiliza para desentrañar la vida de este poeta, se hace referencia a la siguiente conversación entre La Malinche y Temilotzin:

-Tú, Temilotzin, pregunta Malintzin, confiesa con verdad, ¿A cuántos de los señores mataste al tiempo de la guerra?

-Escucha, Malintzin, es lo mismo que Ecatzin te ha dicho. ¿cómo podía yo ocuparme en contarlos? He luchado, he herido, he acabado no con pocos sin tener cuidado de ello.

-Ahora visitaremos al gran soberano, al que vive en Castilla. Allá pereceréis, allá vais a morir.

-Que así sea, vayamos allá, señora Malintzin.

Miguel León-Portilla apunta que Temilotzin, al parecer, ya tenía pensado cómo escapar; por esa razón, vemos esa actitud desinteresada que muestra en el diálogo. Habiendo sido testigo de la caída de Tenochtitlan, habiendo sido testigo de la muerte de su amigo emperador, y, amenazado con llevarlo ante Carlos V de España y dejarlo morir en una tierra lejana, en este caso, la tierra de Castilla, Temilotzin dirigió sus últimas palabras a su amigo Ecatzin:

- Oh Ecatzin, ¿adónde vamos?, ¿dónde estamos?, vayámonos a nuestra casa!

Y entonces decidió la evasión, tal y como lo evidencia Miguel León Portilla, tomando de nuevo como referencia el texto indígena recogido en los Anales de Tlatelolco:

"Temilotzin no quiso escuchar ni ser retenido… lo vieron cómo se arrojó al agua. Va nadando en el agua hacia el rumbo del sol. Malintzin le llama y le dice: ¿Adónde vas Temilotzin? ¡Regresa, ven! Él no escuchó, se fue, desapareció. Nadie sabe si pudo alcanzar la orilla del agua, si una serpiente lo devoró, si un lagarto se lo comió o si los grandes peces acabaron con Temilotzin… En esta forma acabó consigo mismo, nadie le dio muerte…"

La escena es por demás conmovedora y tiene una descarga dramática sin precedentes en cualquier otro esbozo biográfico recogido en el libro de León-Portilla.

Con el caso de Temilotzin, considero que estamos frente al primer suicidio documentado, ya no digamos de la historia de la poesía y del arte mexicano, sino de la Historia en México. Un caso que, sin duda, sería revelador para un serio estudio que se ocupara hondamente del tema. Está claro que Temilotzin al arrojarse al agua sabe de antemano que la orilla es inalcanzable y que perecerá en el intento; de esta forma prefirió darse muerte antes de seguir en aquella embarcación.

El suicido me impactó tanto que quise reflejarlo en aquel recital, leyendo – junto a otros poemas de Asunción Silva- el único poema conservado de este gran guerrero azteca. Si la vida de Temilotzin me sorprendió, su poema no hizo sino sorprenderme doblemente, ya que introduce, de forma fresca y transparente, un tema noble, original y atípico para su época: el tema de la amistad. El poema además refleja las características estilísticas de la poesía lírica náhuatl: la repetición de la misma idea y su reiteración cambiante, la aparición de elementos concretos -como piedras preciosas, aves, flores- y la economía en las imágenes y metáforas. Igualmente, debemos hacer hincapié en que los poemas no eran recitados sino cantados, los poetas de la cultura náhuatl se designaban a sí mismos con el término de cuicapicque , que, justamente, quiere decir "forjadores de canto". Así que el ritmo de los versos conserva un vivo rescoldo del sonido del tambor, uno de los instrumentos utilizados para dar vida al poema cantado y que sin duda hace pensar en los “tam-tam” de los poetas africanos.

Imagino a Temilotzin como una escultura ataviada de arena cobriza brillando en medio de aquel mar centelleante, imagino su piel como una hoja de maíz disolviéndose en aguas turbulentas, imagino sus dedos queriendo tocar el sol, sus cabellos perforando el canto de las olas, su ser queriendo encallar en la otra orilla, la orilla inalcanzable, aquella que todos, a la hora de nuestra muerte, tampoco podremos alcanzar.


Poema de Temilotzin


He venido, oh amigos nuestros:
con collares ciño,
con plumajes de tzinitzcan doy cimiento,
con plumas de guacamaya rodeo,
pinto con los colores del oro,
con trepidantes plumas de quetzal enlazo
al conjunto de los amigos.
Con cantos circundo a la comunidad.
La haré entrar al palacio,
allí todos nosotros estaremos,
hasta que nos hayamos ido a la región de los muertos.
Así nos habremos dado en préstamo los unos a los otros.

Ya he venido,
me pongo de pie,
forjaré cantos,
haré que los cantos broten,
para vosotros, amigos nuestros.
Soy enviado de Dios,
soy poseedor de las flores,
yo soy Temilotzin,
he venido a hacer amigos aquí.


o. pirot

martes, 24 de agosto de 2010

VOCACIÓN DE CREPÚSCULO

Me deshago junto con el día
dejo que la luz difumine mi cuerpo
desprenda el polen anfibio de la carne

No pongo resistencia alguna
a este lento manar hacia las nubes
Anochezco junto al vértigo de las estrellas
radiante marea de sombras
que empaña la respiración del cielo

Me sienta bien el plumaje de la noche
el rostro erosionado de la luna
el terciopelo en donde las constelaciones
repiten la inmóvil danza del infinito

Me sienta bien dejar de ser hombre
al menos por un instante/
al menos por un instante
me sienta bien ser luz y no esqueleto

Incinero en las alturas
el miedo latente de salir a la calle
de soportar el enjambre de miradas en el metro
de pisar la vegetal tristeza de los parques

Lejos
del aullido escarlata de la gente
me sienta bien esta insaciable
vocación de muerte viva

o. pirot

(del poemario, Luz anfibia, mención especial del jurado, Concurso de Poesía Universidad Complutense 2010)

domingo, 1 de agosto de 2010

Cuarta lectura de Lavarca Ebria

Este miércoles 4 de agosto, a las 21:30 hrs en Bodegas Lo Máximo (c/ San Carlos 6, metro Lavapiés, Madrid) el colectivo itinerante de poesía, Lavarca Ebria, presenta "Palabra a la deriva".

Lavarca Ebria

Jorge, coco, Serrano
Sonia Bueno
Óscar Pirot

martes, 6 de julio de 2010

Vampiro frente al espejo


Tu
ausencia
es
también
la
mía



o. pirot

miércoles, 16 de junio de 2010

INVITACIÓN A LA FECHA DE CLAUSURA DE "MADRID: UNA CIUDAD MUCHAS VOCES"


Jueves 17 de junio, Fecha de Clausura, 19:30 hrs
Lugar: Centro Hispano Centroamericano
CALLE FRAY CEFERINO GONZÁLEZ 4, 28005 MADRID



PRIMERA MESA

Poetas:

Raúl Campoy (España)
Gabriel Zanetti (Chile)
Santiago Méndez Alpízar (Cuba)
Jesús Jiménez Domínguez (España)


SEGUNDA MESA

Poetas:

Diego Palmath (Perú)
Ana Martín Puigpelat (España)
Marcos Canteli (España)


Moderador: Cecilia Quílez

Clausura el evento el poeta español José Cereijo

martes, 8 de junio de 2010

INVITACIÓN A LA SEGUNDA FECHA, "MADRID: UNA CIUDAD, MUCHAS VOCES"


Jueves 10 de junio, Segunda Fecha, 19:30 hrs
Lugar: Centro Hispano Centroamericano
CALLE FRAY CEFERINO GONZÁLEZ, 4


PRIMERA MESA

Poetas:

Arturo Borra (Argentina)
Blanca Morel (España)
Jorge Olivera (Uruguay)
Alfonso López (España)



SEGUNDA MESA

Poetas:

Lourdes De Abajo (España)
Bárbara Butragueño (España)
Pedro Montealegre (Chile)

Moderador: Jesús Malia

domingo, 23 de mayo de 2010

INVITACIÓN A LA FECHA INAUGURAL "MADRID: UNA CIUDAD, MUCHAS VOCES"



Miércoles 26 de mayo, Fecha Inaugural, 19:00 hrs

Lugar: Secretaría General Iberoamericana

PASEO DE RECOLETOS, 8 - 28001, MADRID, ESPAÑA 

 

 PRIMERA MESA

Poetas:

Ana Gorría (España)

Miguel Ildefonso (Perú)

Beatriz Russo (España)


 SEGUNDA MESA

Poetas:

Sayak Valencia (México)

Rómulo Bustos Aguirre (Colombia)

Julieta Valero (España)

 Moderador: Rodrigo Galarza   


martes, 18 de mayo de 2010

"MADRID: UNA CIUDAD, MUCHAS VOCES"

(Hacer click para agrandar imagen)

Segundo Ciclo de Poesía Iberoamericana "Madrid: una ciudad muchas voces"
Un total de 20 poetas que darán testimonio de la amalgama multicultural y literaria que se vive en Madrid. 

En breve, la invitación a la primera fecha.

jueves, 13 de mayo de 2010

Pulsiones de poesía


Restos de Pulsiones

El pasado 8 de mayo, en la "Casa de Zitas" ( Zaragoza),  Mario Hinojosa, Óscar Pirot y Carmen Ruiz, fueron incubados en una habitación peculiar para tomarles el pulso acerca de la concepción de la poesía y sus abismos, entre otros senderos de vertiginosa espeleología. 

Diego Palmath y Eduardo Fariña, mediante un formato innovador de lectura poética y de debate, fueron los anfitriones de esta telaraña de bellos accidentes, en la que la conversación unió a todos -anfitriones, invitados, público- en un mismo fin: tratar de delinear al menos un perfil de la materia oscura que rodea cualquier definición acerca de la poesía. 

Gracias a Diego y a Eduardo por crear estos espacios de reflexión y lectura. Gracias también a Víctor Recua, a la Casa de Zitas, y a todos los que ahí estuvieron, a Mario y a Carmen, por supuesto. De momento aquí tres instantáneas del evento; probablemente después, alguna radiografía por escrito de algunos atisbos en los resultados.  
pd. Miriam Bronski nos regaló 2 canciones increíbles 

o. pirot


(Al fondo en la mesa)
Mario Hinojosa, Óscar Pirot y Carmen Ruiz


De pie a la izquierda: Diego Palmath
Al fondo proyectado: Eduardo Fariña
Mesa: Mario Hinojosa, Óscar Pirot, Carmen Ruiz


Mario Hinojosa, Carmen Ruiz y Óscar Pirot

viernes, 30 de abril de 2010

CICLO PULSIONES


Sábado, 08 de mayo 2010 19:30-21:30
"LA CASA DE ZITAS" C/ Santa Isabel, 5-3º.-ZARAGOZA


APROXIMACIONES A UN CONCEPTO ESQUIVO
Eduardo Fariña- Diego Palmath Presentan:
CICLO DE POESIA Y DEBATE
cordinado por LA CAJA NOCTURNA Y LA CASA DE ZITAS

POETAS INVITADOS:

Carmen Ruiz
Mario Hinojosa
Oscar Pirot

(Conversaciones sobre poesía y sus abismos)

Colofón musical: Miriam Bronski

sábado, 24 de abril de 2010

Esfumato


Llegué tarde al encuentro con mi sombra.
Y entonces mi sombra fue mi cuerpo
y mi cuerpo
la sombra de una sombra.


o. pirot (inédito)

jueves, 15 de abril de 2010

Ulalume González y Perceval


Ilustración medieval de Perceval

Si hiciéramos un recorrido puntual por la historia de la literatura para delimitar las escenas más enigmáticas, inquietantes y estéticas de la narrativa occidental, no exageraríamos en decir que, curiosamente, una de esas escenas estaría situada a más de 800 años de distancia; me refiero a aquella en la que Perceval se queda totalmente embebido viendo esas tres gotas de sangre sobre la nieve que le recuerdan al rostro de su amada. Dicho momento, está recogido en la obra inacabada de Chrétien de Troyes titulada  precisamente “Perceval o El cuento del grial”, que data del año 1181.

Es enormemente gratificante, desde mi punto de vista, que un pasaje de la literatura medieval peregrine a lo largo del tiempo para llegar con su voz, añeja y grácil, hasta nuestro presente; y más aún, cuando dicha voz sirve de inspiración para la ejecución de un poema de un autor del siglo XX, en este caso Ulalume González de León. A continuación, reproduzco su poema que apareció en el número 72 de la revista Letras Libres, diciembre 2004, y que coagula, de forma  limpia y excepcional, la personal recreación de Perceval frente a esas tres gotas de sangre. Dejo primero la versión en francés moderno en octosílabos pareados de la propia obra de Chrétien de Troyes en el momento exacto de dicha escena, después una traducción convencional a prosa castellana, y por último el poema de Ulalume. 

 ...

 

Quand Perceval vit la neige qui était foulée,

là ou s'était couchée l'oie,


et le sang qui apparaissait autour,


il s'appuya sur sa lance


pour regarder cette semblance.

Car le sang et la neige ensemble

sont à la ressemblance de la couleur fraîche

qui est au visage de son amie.

Tout à cette pensée, il s'en oublie lui-même.


Pareille était sur son visage

cette touche de vermeil, disposée sur le blanc,


à ce qu'étaient ces trois gouttes de sang,


apparues sur la neige blanche.


 ...

 

Cuando Perceval vio hollada la nieve sobre la cual había descansado la oca, y la sangre que aparecía alrededor, se apoyó en la lanza para contemplar aquella apariencia; pues la sangre y la nieve juntas le rememoran el fresco color de la faz de su amiga, y se ensimisma tanto que se olvida; porque en su rostro lo rojo estaba colocado sobre lo blanco igual que aquellas tres gotas de sangre que aparecían sobre la nieve.

... 


El silencio de Perceval (Ulalume González de León) 

En recuerdo

de Chrétien de Troyes

y mi bachot

 

 

Nieve algunas palabras

y tres

gotas de sangre

 

Qué poco ay!

                         Nada

tres veces nada

                         Pero

se inmoviliza Perceval

 

Y en su lanza ahora apoyado

tanto piensa

que se olvida a sí mismo

 

Tres gotas

de color nuevo

                          Pero

también el rostro de la Amiga

 

Su rostro blanco

su rostro ahora coloreado

por aquellas tres gotas

devuelto

 

Por la pradera hiela

blanca la nieve

Por la pradera

y hacia donde ha acampado

Artús el rey

 

Y de pronto

un vuelo de ocas salvajes

y un halcón

                           y de pronto

un remolino de plumas?

O jirones de nube?

 

Y Perceval

tuerce el camino hacia…



sábado, 10 de abril de 2010

Muérdeme cocodrila


Muérdeme cocodrila

clava tu piano porcelana

en mi piel sanguijuela

destázame engulle repárteme fracturas

desafina el podrido autismo

de la carne durmiente

acércate cocodrila no te haré daño se supone

que yo soy la presa una cebra inmóvil caballo

indeciso entre la noche y el día

tu mandíbula ábrela disloca el perfil del agua

desgarra mi equilibrio en la superficie convulsa

al fondo llévame de tus larvas convídame el signo invisible

maquíllate preciosa con mi sangre ritual banquete desleído

pronúnciame las letras infinitas del silencio Sísifo carga una piedra y se le devuelve así mi soledad erosiona el suplicio mirando como te alejas sin ni siquiera reventarme con tu cola la cara

mastícame por última vez te lo digo la noche entierra su silicio y luego amanezco como una virgen encostrada en el antifaz del milagro

soñar solo no me importa no quiero vivir solo triste ventosa en la saliva del aire

no aguanto más cocodrila disimulo estar bien como el dolor bajo la herida pero es inútil reviento esquirlas yugulares deletreo el canto de los cerdos enfrentándose a la muerte

mi carne brilla enceguecida abnegada sin el frugal seísmo del beso lámeme

con tu olfato rastrea las huellas grises de mis pezuñas el camino desértico que trazo sobre la página arenosa de mi vida

incendia con tu lengua la vegetal insistencia de las horas

apaga el carbón de mis ojos con el manantial de tu mirada

muérdeme cocodrila

hunde despaciosa tus navajas

el crimen está a la orilla del abismo

mi cuerpo reclama

el colmillo

voraz

de tu voz

el graffiti

espectral

de tu aliento

sobre los muros rotos

de mi vientre


o. pirot (inédito)