jueves, 27 de diciembre de 2012

Virgilio en cuerpo y palabra

Dante y Virgilio en el infierno (E. Delacroix)



Virgilio nació el 15 de octubre del año 70 a.C. en Andes, cerca de Mantua.  De acuerdo con sus biógrafos, padecía del estómago, del pecho y tenía ocasionales accesos de sangre y dolores de cabeza. Dicen que era tímido y retraído, además de haber sufrido durante casi toda su vida los efectos de una enfermedad, probablemente la tuberculosis. Sus biógrafos de los siglos IV y V, Donato y Servio, se inclinan a pensar que tenía predilección por los hombres y una falta de apetito sexual. Todos estos detalles provocaron que el poeta desarrollara una fuerte introversión y que mostrara escasos dotes para la elocuencia, algo que –desde mi punto de vista- lo obligaría a vivir como una dualidad marcada por el peso público del Imperio y por la discreción de una intimidad consagrada a la incubación poética.

Por si fuera poco, fue tachado de mago y taumaturgo debido a la anécdota que provocó la divulgación de su Égloga número IV, en la que se predice la vuelta del reinado de Saturno y el nacimiento de un niño que recibiría la vida de los dioses. Años más tarde, ya muerto Virgilio, Constantino identificaría ese nacimiento con el del propio Cristo.

Ante esta personalidad taciturna y vulnerable, su obra poética no hizo sino brillar de una forma única. Creo que el caso de Virgilio conmueve y emociona debido a esta suerte de doble vida, a esta mancuerna entre la dificultad en la palabra hablada y la aspereza social, frente a la lucidez en la palabra escrita y la predilección por lo íntimo.

Aunque la escritura de las Églogas le tomó unos 4 años (del 42 al 39 a.C.) y la de las Geórgicas otros 7 años, quisiera detenerme para señalar algunos pequeños detalles de producción que tuvieron que ver con la escritura de la Eneida, y que sin duda sorprenden por el trabajo, el destino y la agonía que depararon al propio poeta.

Virgilio comenzó a escribir la Eneida a la edad de 40 años. Tanto las prosas de Catón y Varrón, como los poemas de Ennio y Nevio, le sirvieron de fuentes para la estructura e inspiración de su proceso creativo. Antes de comenzar la escritura en verso, Virgilio había redactado una gran prosa, quizá 12 tomos que resumían cada uno de los 12 cantos que figuran en la Eneida. Se cuenta incluso que el poeta llegó a leer parte de estos resúmenes ante Augusto y su familia.

La obsesión de Virgilio por ser lo más fiel posible a los pasajes redactados en su epopeya, lo obligaron a realizar un viaje a Grecia para detallar con más rigor los hechos por él narrados. En ese viaje cayó enfermo y se encontró con Augusto.  De regreso a Roma, en el año 19 a.C., Virgilio cae irremediablemente en una agonía que le prohíbe terminar su obra, dejándola inconclusa aunque prácticamente acabada. 

Se cuenta que en su lecho de muerte, Virgilio pidió que quemaran la Eneida y que no quería que saliera a la luz. Este deseo no fue cumplido, en parte por la influencia de Augusto que veía en esa obra el engrandecimiento de Roma y el de su propia figura. Dos años más tarde de la muerte de Virgilio (17 a.C.) la Eneida saldría a la luz gracias a la colaboración de dos de los amigos del poeta, Vario y Tuca.

Resumiendo, la Eneida le tomó a Virgilio un arduo trabajo de 11 años. La muerte le impidió concluir algunos versos pero la vida le dotó de una extraña sensibilidad que lo llevó a convertirse en un eco que nos acompañará durante toda la vida. Algunos estudiosos como Camps, han resaltado la capacidad de Virgilio para ver desde dentro de las cosas y así otorgar afectos humanos a seres inanimados. Otra cosa que a mi juicio sorprende es la configuración del carácter de Eneas. Es por demás sabido que Virgilio se vale de los poemas homéricos para dar vida a su obra. En ese sentido, el poeta romano era totalmente conocedor de la gran personalidad del héroe Aquiles. Pese a ello, el héroe que construyó Virgilio es un ser vulnerable al que en ocasiones el llanto, el desconsuelo y las lágrimas le pueden. En varios momentos de la epopeya vemos a Eneas desmoronarse y compungirse por las desdichas que sufre.
Me pregunto si, conscientemente, Virgilio dotó a su héroe de esa vulnerabilidad para, de alguna forma, imponer en su creación aspectos de su propia personalidad y así dejar alguna clave de lectura entre su vida y su obra. En mi opinión no descarto esta posibilidad, aunque quizá los estudiosos me tacharían de iluso.

Cuando leí la obra de Virgilio, además de algunos estudios introductorios, como el de José Carlos Fernández Corte –que, dicho sea de paso, me ha servido enormemente para reunir  datos e investigar sobre la vida y obra de nuestro poeta en cuestión- inmediatamente me atrapó su travesía literaria y existencial. A partir de ese momento, siempre había querido escribir algo que resaltara la paradoja que le llevó a debatirse entre la dificultad de la expresión oral frente al don de su palabra escrita. Me quedo con muchas reflexiones en torno a ello.

Me sorprende cómo nada tiene que ver el desenvolvimiento del habla con el de la inspiración en la escritura; y cómo las marcas de la vida nos empujan a inventar nuestras propias cicatrices en la poesía. Cicatrices que a veces se disfrazan y otras se mimetizan, pero que en realidad son la médula espinal de la pasión por la vida y el lenguaje. Pasión por la que Virgilio supo hacer de su obra un canto al que le debo tantas tardes de goce en la lectura como noches de insomnio por numerosas interrogantes.

Virgilio sufrió de su cuerpo y se alimentó de sus páginas. Este es mi pequeño homenaje a ese acto de valentía: al de transformarse en palabras para habitar doblemente un mismo ser.



3 comentarios:

  1. Óscar...no hay quien te iguale vistiendo tus impresiones de ti mismo.

    Curiosamente, paralelo a ésto, al no ser de una carrera universitaria de letras y aunque pueda parecer el mayor pecado consabido, no me he leído la Eneida, y mi padre me la va a regalar para reyes, así que ya te diré lo demás.

    Un beso muy grande, y un abrazo...poeta.

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    1. Hola mi querida Lidia!

      A mi me pasa algo similar, y lo que he descubierto (ahora que ando metido en esa carrera) es que los estudios de letras simplemente son una estructura de conocimiento, pero lo importante es el amor por la palabra, es ahí donde está la médula. Por otra parte, para nada que es un pecado, al contrario, a cada uno le llegan las lecturas en un momento distinto y lo que cuenta al fin y al cabo es la relación íntima y personal que cada uno hilvane con cada libro. Ya me contarás qué tal con la Eneida. Espero verte pronto y te mando mucha luz! bsss! Por cierto, tengo que hacerme con tu libro ya!

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  2. Mi libro ya está esperando a que lo recojas, dedicatoria incluida.

    :) Yo también te mando mucha luz...qué maravilla Bestimenta.

    ¿Fin de año?

    Un besito grande.

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