martes, 22 de enero de 2013

Carta al tanque de oxígeno





CARTA AL TANQUE DE OXÍGENO



SR. TANQUE DE OXÍGENO
P R E S E N TE

Reciba un cordial saludo. Me presento: soy yo, Tismatud Reyes, un adolescente que adolece de ver que su madre se extingue como una sombra de flores afectada por el enfisema pulmonar. Usted ha visitado nuestra casa en forma de árbol luminoso. Se ha percatado de lo mal que está mi madre. Usted ha dado su aire para que ella respire. No se enoje, usted ha nacido para eso: para morirse mientras da vida a una moribunda.

Le confieso que en ocasiones le maldije y hasta le insulté sin razón alguna. Entenderá por las buenas que si lo hice fue por impotencia. Usted tiene una madre también, supongo. Y sabrá que ver extinguirse a una madre es deletrear el humo entre las brasas de un carbón dormido.

Más de 5 veces la dieron por muerta, pero ella resucitaba entre mis oraciones, casi a la mitad del: “Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo…”. Y la voluntad se hizo.

Si le contara a usted las veces que con su aliento salvó a mi madre de la asfixia, no lo creería. Usted fue el titán que permitió que la besara durante noches de insomnio. No piense que le escribo para recriminarle el que no haya podido salvarla. Ya sé que la vida es un laberinto de espejos rotos, y que en ella habremos de encontrar el reflejo de nuestra carne.

Esta carta es para agradecerle sus visitas que perforaron mi corazón como un águila de vidrio. No puedo seguir fingiendo que todo está bien y que mi vida, desde 1997, ha sido la misma.

Nadie es el mismo cuando alguien de la nada termina por convertirse en el todo lejano. Y así he vivido durante estos años: he sido el venado abatido por un millar de flechas que recorren el tiempo con serpientes de espinas.

Espero que usted se encuentre bien y que siga alumbrando los cuervos de otras madres que sustentan al vida.

Yo por mi parte no tengo más que decirle, salvo que todas las noches el viento entra en mi sueño y me hace sentir la caricia de mi madre muerta en la frente del sol.

Me despido de usted deseándole una vida placentera, y que su aliento sirva para que los vivos puedan seguir despidiéndose de los hospitales.

Un abrazo sincero, Tismatud Reyes.




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