viernes, 4 de enero de 2013

Prometeo o el hígado amoroso


Prometeo, por José de Ribera (1630)


La figura de Prometeo encadenado a una piedra, mientras que un águila le devora el hígado, es sin duda una imagen lacerante. Debido a su condición de Titán, Prometeo tenía ganada la vida eterna; por ello, todas las noches el hígado se le regeneraba por lo que cada día el ave volvía a comérselo.

De acuerdo con varias fuentes clásicas (Esquilo, Ovido, entre otras), a este Titán le debemos la creación del hombre y un regalo no menos preciado: el fuego. Fue este último regalo lo que le costó el castigo de Zeus, hasta que Heracles disparó una flecha al águila liberándolo por fin de aquel tormento.

Siempre me he preguntado por qué a Prometeo le devoran justamente el hígado y no alguna otra parte del cuerpo como los ojos, las manos, el cuello o el corazón. La respuesta creo haberla encontrado indirectamente repasando algunas notas sobre la obra poética de Ovidio.

En el poema 7 del libro III de los Amores, Ovidio nos narra cómo se queda atónito e impotente tras el encuentro con una bella mujer. En dicho texto Ovidio expresa:


¿No será que mi cuerpo languidece embrujado por algún veneno de Tesalia?; ¿no será que ensalmos y hierbas, ¡desgraciado de mí!, me están haciendo daño, o que una hechicera ha grabado mi nombre en amarillenta cera y una afilada aguja ha penetrado en medio de mi hígado?


En una de las notas al pie de página de este poema* leemos que en aquella época había una operación mágica llamada defixio, en la que a un muñeco de cera se le clavaba una aguja en el hígado, ya que a este órgano se le consideraba la sede de los sentimientos amorosos.

Por eso mismo Ovidio hace alusión a la aguja clavada en esa parte del cuerpo, como si una hechicera le estuviera propiciando esa congelación amorosa. Para los antiguos griegos y romanos, las vísceras (concretamente el hígado) era donde anatómicamente residía el sentimiento del amor. Es curioso pensar en dicha sensación: a veces, cuando creemos estar enamorados, no sabemos muy bien si es el estómago o el corazón quien nos gobierna. Sin duda para la cultura clásica era el hígado.

Ahora puedo imaginar con mayor claridad la decisión de que a Prometeo le devoraran justo ese órgano. Interpreto que quizá Zeus pretendía eliminar anatómicamente el órgano por el que Prometeo sentía tanto amor por la especie humana y así evitar que siguiera concediéndole benevolencias y favores prohibidos.

Con esto me quedan ganas de seguir relacionando los estudios médicos, las obras literarias y la anatomía de los sentimientos. Me gustaría saber en qué momento de nuestra Historia se cambió el hígado por el corazón como órgano portador del amor y qué obra literaria refleja ese cambio pionero.

Recuerdo también que en el estudio introductorio del Cancionero de Petrarca (publicado por Alianza Editorial) Ángel Crespo subraya una relación entre la doctrina hipocrática y la melancolía, teniendo en cuenta que muchos médicos antiguos y medievales consideraban este sentimiento, entre tantos otros, como una enfermedad.

En fin, no dejo de sorprenderme al ver toda la riqueza artística que se esconde detrás de cada pequeño detalle dentro de una obra. No deja de emocionarme todo lo que desconozco. No dejo de conmoverme por Prometeo. No dejo de sorprenderme al saber que alguna vez nuestro hígado fue considerado un ser amoroso.


* El extracto del poema y la información de la nota sobre Ovidio está sacado del libro de la Editorial Gredos que reúne la obra poética del autor.

2 comentarios:

  1. Ah, qué bueno lo tuyo, mira esto:

    http://www.elsalvador.com/noticias/2006/02/08/escenarios/esc2.asp

    ¡Abrazos cachicuernos!!!

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    1. Neorrabioso, un placer tenerte por aquí! He visto el enlace y wow! Es una curiosidad en al que, creo, debemos persistir, un abrazote!

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