jueves, 11 de abril de 2013

La poesía donde no (III)



Estoy leyendo un libro sobre Religiones Mistéricas y me he encontrado con este párrafo que me ha puesto a temblar:

“En la antigua Galia existían unos sacerdotes que se hacían llamar druidas. Los druidas provenían de la cultura celta y realizaban múltiples prácticas y sacrificios, todo ello con un hermetismo digno de cualquier religión mistérica. Entres esas prácticas, la más llamativa era aquella en la que recolectaban el muérdago: un sacerdote subía a los árboles y con una hoz de oro cortaba dicha planta; más tarde la utilizaban para hacer rituales de magia y honrar a sus dioses. Se dice que toda su sabiduría la transmitían oralmente y se negaron a poner por escrito sus conjuros. Sin embargo, el historiador francés Claude Cléront, asegura haber encontrado un manuscrito que revela el testimonio de un campesino que, paseando por casualidad, se encontró a dos druidas conversando. “De dicha conversación –asegura el campesino- sólo alcancé a distinguir una palabra: Cadmio”. Desde aquella experiencia, ocurrida hace más de 700 años, miles de curiosos se han gastado la vida en indagar sobre esa misteriosa palabra. De momento, y no se sabe por qué, sólo han descubierto que a ciertas personas la palabra Cadmio se les mete dentro como un cristal multiforme y las atormenta de tal modo que se enamoran de ella y la arrastran diariamente bajo la seda de su silencio. El último caso conocido se le atribuye a un tal O. Pirot.”

El párrafo anterior es producto del experimento literario que me he propuesto para este 2013. El experimento no es, ni de lejos, algo arriesgado; todo lo contrario, no pretendo con él ir hacia el riesgo sino más bien hacia lo cotidiano. A este experimento lo he titulado “La poesía donde no” y consiste en, mensualmente, escoger una fuente que nada tenga que ver directamente con la literatura y extraer de ella hallazgos literarios. 

Los dos primeros meses  fueron:

1) Enero: Buscar en las noticias encabezados que me sugirieran títulos para obras literarias.
2) Febrero: Utilizar el vocabulario del hombre del tiempo y hacer un poema.

El pasado mes de  Marzo lo dediqué a escribir un pequeño párrafo de ficción histórica inspirado en alguna palabra por la cual he tenido una debilidad durante muchos años. No sé por qué, pero desde que escuché por primera vez la palabra “Cadmio”, sentí un súbito y repentino enamoramiento. Sucedió hace muchos años cuando tomaba las clases de Química en la secundaria e indagábamos sobre los elementos de la tabla periódica. Uno de esos elementos era el Cadmio. El Cadmio es un metal blanco azulado, dúctil y maleable. Su símbolo es Cd y su número el 48.
Y, como ya hemos visto, es también una palabra utilizada por los antiguos sacerdotes celtas.


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