En su concepción original, las sirenas eran
híbridos de mujer y de ave, y no de mujer y pez, como nos ha llegado hasta
nuestros días. Este ser mitológico volaba cerca de las olas para, con su música
y sus cantos, atraer e hipnotizar a los navegantes. La isla de donde provenían
se sitúa tradicionalmente frente a las costas del sur de Italia, justo ahí donde
Circe aconsejó a Ulises que sus compañeros de embarcación lo amarraran al
mástil y se pusieran tapones de cera en los oídos para evitar ser hipnotizados
por aquel sonoro encantamiento.
Precisamente, estos seres fueron conocidos
en su máxima expresión cuando apareció La
Odisea. Releyendo la rapsodia XII, intenté ver si Homero las describía
anatómicamente pero no hay ninguna alusión al cuerpo de estas divinidades, tan
sólo se menciona que habitaban un campo florido y que permanecían la mayor
parte del tiempo sentadas en una pradera, teniendo a su alrededor un enorme
montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se iba consumiendo.
Para los antiguos griegos las sirenas tenían
alas y no cola de pescado, se movían en el aire y no entre las olas. ¿Por qué
entonces la imagen de las sirenas nos ha llegado de forma distinta a como en
realidad fueron concebidas?
De acuerdo con el traductor y estudioso
Vicente Cristóbal López, las sirenas no sufrieron esta transformación sino
hasta la Edad Media. Durante más de 1500 años el mundo las concibió como
pájaros y no como peces. Las dos
razones por las que, según Vicente Cristóbal, sufrieron esa transformación son
las siguientes:
1) Por su asociación con el mar.
2) Para diferenciarlas de las harpías, otro ser
mitológico con alas.
Resulta curioso ver cómo un mismo imaginario
ha sido visto de dos formas distintas. Las sirenas nos han llegado como una
mentira a medias que sin duda ha pasado a ser una verdad incuestionable.
Me pregunto cuántas otras cosas que nos
rodean esconden en su cuerpo el secreto de una transformación oculta.
Cerámica del 470 a.c. que representa a las sirenas (en cuerpo de ave) intentando seducir a Ulises
amarrado en el mástil.
Pintura de sirena (con el atributo de cola de pescado), por J.W. Waterhouse.
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