CARTA AL TANQUE DE OXÍGENO
SR. TANQUE DE OXÍGENO
P R E S E N TE
Reciba un cordial saludo. Me presento: soy
yo, Tismatud Reyes, un adolescente que adolece de ver que su madre se extingue
como una sombra de flores afectada por el enfisema pulmonar. Usted ha visitado
nuestra casa en forma de árbol luminoso. Se ha percatado de lo mal que está mi
madre. Usted ha dado su aire para que ella respire. No se enoje, usted ha
nacido para eso: para morirse mientras da vida a una moribunda.
Le confieso que en ocasiones le maldije y
hasta le insulté sin razón alguna. Entenderá por las buenas que si lo hice fue
por impotencia. Usted tiene una madre también, supongo. Y sabrá que ver
extinguirse a una madre es deletrear el humo entre las brasas de un carbón
dormido.
Más de 5 veces la dieron por muerta, pero
ella resucitaba entre mis oraciones, casi a la mitad del: “Padre Nuestro que
estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase
tu voluntad así en la tierra como en el cielo…”. Y la voluntad se hizo.
Si le contara a usted las veces que con su
aliento salvó a mi madre de la asfixia, no lo creería. Usted fue el titán que
permitió que la besara durante noches de insomnio. No piense que le escribo
para recriminarle el que no haya podido salvarla. Ya sé que la vida es un
laberinto de espejos rotos, y que en ella habremos de encontrar el reflejo de
nuestra carne.
Esta carta es para agradecerle sus visitas
que perforaron mi corazón como un águila de vidrio. No puedo seguir fingiendo
que todo está bien y que mi vida, desde 1997, ha sido la misma.
Nadie es el mismo cuando alguien de la nada
termina por convertirse en el todo lejano. Y así he vivido durante estos años:
he sido el venado abatido por un millar de flechas que recorren el tiempo con
serpientes de espinas.
Espero que usted se encuentre bien y que
siga alumbrando los cuervos de otras madres que sustentan al vida.
Yo por mi parte no tengo más que decirle,
salvo que todas las noches el viento entra en mi sueño y me hace sentir la
caricia de mi madre muerta en la frente del sol.
Me despido de usted deseándole una vida
placentera, y que su aliento sirva para que los vivos puedan seguir
despidiéndose de los hospitales.
Un abrazo sincero, Tismatud Reyes.
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