Prometeo, por José de Ribera (1630)
La figura de Prometeo
encadenado a una piedra, mientras que un águila le devora el hígado, es sin duda
una imagen lacerante. Debido a su condición de Titán, Prometeo tenía ganada la
vida eterna; por ello, todas las noches el hígado se le regeneraba por lo que
cada día el ave volvía a comérselo.
De acuerdo con varias fuentes
clásicas (Esquilo, Ovido, entre otras), a este Titán le debemos la creación del
hombre y un regalo no menos preciado: el fuego. Fue este último regalo lo que
le costó el castigo de Zeus, hasta que Heracles disparó una flecha al águila
liberándolo por fin de aquel tormento.
Siempre me he preguntado por
qué a Prometeo le devoran justamente el hígado y no alguna otra parte del
cuerpo como los ojos, las manos, el cuello o el corazón. La respuesta creo
haberla encontrado indirectamente repasando algunas notas sobre la obra poética
de Ovidio.
En el poema 7 del libro III de
los Amores, Ovidio nos narra cómo se
queda atónito e impotente tras el encuentro con una bella mujer. En dicho texto
Ovidio expresa:
¿No será que mi cuerpo
languidece embrujado por algún veneno de Tesalia?; ¿no será que ensalmos y
hierbas, ¡desgraciado de mí!, me están haciendo daño, o que una hechicera ha
grabado mi nombre en amarillenta cera y una afilada aguja ha penetrado en medio
de mi hígado?
En una de las notas al pie de
página de este poema* leemos que en aquella época había una operación mágica
llamada defixio, en la que a un muñeco de cera se le clavaba una aguja
en el hígado, ya que a este órgano se le consideraba la sede de los
sentimientos amorosos.
Por eso mismo Ovidio hace alusión
a la aguja clavada en esa parte del cuerpo, como si una hechicera le estuviera
propiciando esa congelación amorosa. Para los antiguos griegos y romanos, las
vísceras (concretamente el hígado) era donde anatómicamente residía el
sentimiento del amor. Es curioso pensar en dicha sensación: a veces, cuando
creemos estar enamorados, no sabemos muy bien si es el estómago o el corazón
quien nos gobierna. Sin duda para la cultura clásica era el hígado.
Ahora puedo imaginar con mayor
claridad la decisión de que a Prometeo le devoraran justo ese órgano.
Interpreto que quizá Zeus pretendía eliminar anatómicamente el órgano por el
que Prometeo sentía tanto amor por la especie humana y así evitar que siguiera
concediéndole benevolencias y favores prohibidos.
Con esto me quedan ganas de seguir
relacionando los estudios médicos, las obras literarias y la anatomía de los
sentimientos. Me gustaría saber en qué momento de nuestra Historia se cambió el
hígado por el corazón como órgano portador del amor y qué obra literaria
refleja ese cambio pionero.
Recuerdo también que en el
estudio introductorio del Cancionero
de Petrarca (publicado por Alianza Editorial) Ángel Crespo subraya una relación
entre la doctrina hipocrática y la melancolía, teniendo en cuenta que muchos
médicos antiguos y medievales consideraban este sentimiento, entre tantos
otros, como una enfermedad.
En fin, no dejo de sorprenderme
al ver toda la riqueza artística que se esconde detrás de cada pequeño detalle
dentro de una obra. No deja de emocionarme todo lo que desconozco. No dejo de
conmoverme por Prometeo. No dejo de sorprenderme al saber que alguna vez
nuestro hígado fue considerado un ser amoroso.
* El extracto del poema y la
información de la nota sobre Ovidio está sacado del libro de la Editorial
Gredos que reúne la obra poética del autor.
Ah, qué bueno lo tuyo, mira esto:
ResponderEliminarhttp://www.elsalvador.com/noticias/2006/02/08/escenarios/esc2.asp
¡Abrazos cachicuernos!!!
Neorrabioso, un placer tenerte por aquí! He visto el enlace y wow! Es una curiosidad en al que, creo, debemos persistir, un abrazote!
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